En el fútbol argentino, en el que las urgencias mandan y la paciencia es una rareza, el título que Favio Orsi y Sergio Gómez lograron con Platense en el torneo Apertura no es solamente una consagración deportiva. Es, sobre todo, una reivindicación del trabajo silencioso y a largo plazo, y al mismo tiempo, una interpelación directa a la dirigencia y a los hinchas tucumanos, que no supieron esperar los frutos de un proceso serio y comprometido.

Porque sí, esta historia del “Calamar” que llegó a lo más alto también toca de cerca a Tucumán. La dupla Orsi-Gómez, que el pasado fin de semana llevó a Platense a gritar campeón de Primera División por primera vez en 120 años, pasó por San Martín y por Atlético. Y aunque dejaron buenas impresiones, en ninguno de los dos clubes pudieron completar sus ciclos. En ambos casos, el apuro por los resultados inmediatos y la crítica despiadada de los hinchas pudieron más que el fútbol.

De la Primera C a la cima

La historia de esta dupla es atípica desde su nacimiento. Favio Orsi y Sergio Gómez comenzaron su carrera juntos en Fénix, en la modesta Primera C del fútbol argentino. Desde allí, y sin separarse en ningún momento, construyeron una carrera basada en la coherencia, en el respeto mutuo y en una idea de juego clara: equipos sólidos, intensos y comprometidos. Subieron de categoría en categoría con resultados y con reputación. Hicieron bien las cosas en cada uno de los equipos en los que estuvieron, y cuando no pudieron cumplir objetivos, tampoco rompieron su esencia.

Ese recorrido los trajo en 2019 a San Martín, que intentaba una reconstrucción institucional y deportiva tras el descenso de la Superliga. “Es un club al que queremos mucho, porque nos dio la posibilidad de dar el salto y de demostrar en un lugar con aspiraciones y con mayor presupuesto”, aseguró Orsi.

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En La Ciudadela la dupla encontró un entorno ambicioso y con recursos, ideal para pegar el salto en su carrera. Armó un equipo competitivo que fue protagonista en la Primera Nacional y que se había consagrado como líder absoluto al momento en el que estalló la pandemia de la covid-19.

La campaña 2019/2020 del “Santo” fue de las mejores en décadas. San Martín era líder de su zona y se perfilaba como firme candidato al ascenso. Pero la irrupción de la pandemia alteró todo. La AFA suspendió el campeonato, y meses más tarde resolvió un nuevo sistema de definición, que borró de un plumazo lo realizado en las fechas anteriores. Allí, ese equipo que había dominado todo terminó desarmado y eliminado. Fue un golpe durísimo, pero Orsi y Gómez redoblaron la apuesta.

En 2021, la paciencia se agotó demasiado rápido. El equipo había arrancado con tres empates y tras la derrota en Villa Crespo y la presión popular la CD decidió terminar el vínculo. En un club en el que las presiones son intensas y los proyectos rara vez se respetan, la decisión tuvo más que ver con lo político (buscaba menguar el enojo popular) que con lo futbolístico.

Ese mismo año la dupla se hizo cargo de Ferro, equipo que venía con una campaña irregular. Lo transformó y lo llevó a pelear el ascenso hasta instancias finales. Otra vez, la polémica de los arbitrajes y una supuesta mano negra dejó a los entrenadores sin nada en un cruce contra Quilmes.

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A mediados de 2023, un Atlético urgido por los malos resultados acudió a ellos. Heredaron un equipo golpeado que tenía serias chances de caer en zona de descenso. En un puñado de semanas lo sacaron del fondo con una idea clara, al menos desde lo anímico y lo táctico. Pero en el inicio de 2024, tres empates y dos derrotas bastaron para que la dirigencia (también presionada por los hinchas que exigían su salida) eligiera el cambio en lugar de la convicción.

La apuesta valió un título

En Vicente López, por el contrario, eligieron el otro camino. A principios de marzo de 2024, Platense estaba en problemas: flojo de puntos y preocupado por los promedios. La dirigencia apostó por Orsi y Gómez, les dio libertad para trabajar y, sobre todo, los respaldó en los momentos complicados.

El inicio fue difícil. El equipo alternó buenas actuaciones con resultados adversos. Pero nunca hubo rumores de reemplazo, ni condicionamientos públicos. La dupla pudo plasmar su idea con tiempo, ajustar detalles, consolidar un equipo. Y los frutos llegaron.

Este año, Platense cerró el torneo regular de forma sólida, se metió en la fase final y allí empezó a construir una gesta. Eliminó a Racing, a River, a San Lorenzo, y en la final derrotó a Huracán. Lo que parecía una quimera se hizo realidad: Platense gritó campeón por primera vez.

La emoción de la dupla con el título de Platense: del festejo íntimo de Gómez al homenaje de Orsi a su padre

Un club chico, con una dupla de perfil bajo, se consagró en un torneo de gigantes. ¿La clave? El respeto por el proceso.

Lo que Platense logró es también una oportunidad para que en Tucumán se miren al espejo. Esa misma dupla que hoy levanta una copa histórica pasó por los dos clubes más importantes de la provincia. Y en ambos fue eyectada antes de poder completar su obra. En ambos clubes dejaron una sensación común: tenían más para dar, pero no los dejaron.

No es casualidad. En Tucumán la locura por los resultados se come proyectos. No hay paciencia ni planificación sostenida. Los hinchas exigen y presionan como si pensaran que los clubes son gigantes del mundo del fútbol que sólo tienen que ser campeones; y los dirigentes terminan cayendo en esa locura.

En Platense eligieron otro modelo. Apostaron por el trabajo; creyeron en el proyecto y lo bancaron en la adversidad. Y hoy celebran un título que parecía imposible.

Esta historia debería dejar una enseñanza. En un fútbol en el que los entrenadores duran semanas y los procesos se cortan a la primera crisis, el título de Platense es un acto de rebeldía. Y también un mensaje directo a los que no supieron sostenerlos.

Desde lo más bajo del ascenso, Orsi y Gómez llegaron a tocar el cielo con las manos. Con humildad y con paciencia; justo lo que en Tucumán falta.